Puño arriba y frente en alto

Por Naldy Rodríguez

 


 

La herida sigue abierta, pero ya no hay miedo. Como ellos lo hacían, en la misma plaza pública, amigos y familiares de Rubén Espinosa y Nadia Vera levantaron el puño con la frente en alto para exigir justicia y la verdad, conocer lo que realmente ocurrió aquel 31 de julio de 2015.

 

En el condominio 1909 de la Colonia Narvarte de la Ciudad de México torturaron y asesinaron a Mile Martín, Yesenia Quiroz, Olivia Negrete, Nadia Dominique Vera y Rubén Espinosa Becerril, sin que existan culpables ni castigo.

 

Es cierto, les quedan a deber las autoridades: no se ha investigado con la debida diligencia (por decir lo menos) ni se han considerado las denuncias que Nadia y Rubén hicieron meses y días antes de refugiarse en la Ciudad de México por la persecución que vivieron del Estado, pero como sociedad les quedamos a deber.

 

Como ciudadanía no tenemos el valor de involucrarnos, de comprometernos y solidarizarnos para exigir justicia; tampoco como periodistas -una de las profesiones peor pagadas y menos valoradas- hemos tenido la asertividad de unirnos como colectivo para demandar el esclarecimiento del crimen y de paso mejores condiciones laborales. Clic para tuitear

 

Rubén llegó a Xalapa en 2009 contratado por una agencia veracruzana de noticias que hoy no existe, después trabajó para el ayuntamiento de Xalapa y más tarde se incorporó como fotoperiodista colaborador de Proceso. Cuando se fue a la capital del país autoexiliado buscaba empleo y ya habían pasado 47 días.

 

Los medios nacionales, en muchas ocasiones, ni siquiera pagan un salario fijo a los corresponsales en los estados, ni otorgan prestaciones laborales (aguinaldo, vacaciones o seguro médico), cuando en la provincia corren más riesgos que en el centro y se encargan prácticamente de dar cobertura a todo lo relevante que ocurre en el territorio estatal.

 

En todos los ámbitos se palpa el desprecio por los periodistas. Hasta en la Universidad Veracruzana, semillero de reconocidos comunicadores, los mismos académicos que convocan a conferencias de prensa o buscan los reflectores en los foros, ven con desdén que un reportero quiera estudiar una maestría o doctorado en el área de sociales y humanidades.

 

Este 31 de julio, tres mujeres dieron voz en la plaza Regina a decenas de personas que les lloran y extrañan. Paty y Alma, hermanas del fotoperiodista de Proceso, señalaron que ninguna de las observaciones hechas por la Comisión Nacional de Derechos Humanos hace ya un año se ha cumplido: no hay autoridades sancionadas, por el contrario han sido promovidos en otros cargos, tampoco hay una propuesta formal por parte de las autoridades capitalinas para pedir una disculpa pública, ni han dado garantías de no repetición de la violación de derechos que han sufrido víctimas directas e indirectas.

 

A nombre de amigos de Nadia, la universitaria Edith Escalón, pidió “construir” en colectivo. En medio de tanto dolor, unirse para lograr un espacio libre de violencia, un poco menos injusto y con algo de paz.

 

Verdad, justicia y acceso a la reparación del daño es lo mínimo que merecen sus seres queridos. Aunque en realidad jamás se llegará a resarcir la maldad con la que mataron una vida, un sueño y un gran talento.

 

“Tu ausencia se puede sentir y tu voz no se puede oír”: Alma Espinosa Becerril.

 

Twitter @ydlan

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