La fotografía del lunes en la que el gobernador Javier Duarte de Ochoa apareció rodeado de los dirigentes de cámaras empresariales del estado pareció un festín. Pero no lo fue.
El sitio del encuentro fue el jardín de la residencia de la empresaria de la construcción Leonor de la Miyar Huerdo, allá en la Privada de Basurto, en el centro de la ciudad.
Esa tarde, después de desahogar muchas inquietudes de los liderazgos empresariales, al equipo del gobernador le pareció buena idea tomarse la foto del recuerdo.A Duarte lo sentaron al centro. Lo habían acompañado por lo menos tres secretarios de despacho: Flavino Ríos Alvarado de Gobierno, Antonio Gómez Pelegrín de Sefiplan y Erick Porres Blesa de Sedecop.
Aún no queda claro cuál de los empresarios había convocado el encuentro, aunque algunas fuentes señalan a la anfitriona como la impulsora de la reunión.
Cuando les corrieron la invitación, desde el viernes por la noche, muchos manifestaron oposición para asistir por la condición de que un día antes el Congreso del Estado había aprobado la iniciativa de reforma al Código Financiero propuesta por el gobernador Duarte, por la que se aumentó del 2 al 3 por ciento el Impuesto a la Nómina, ese que pagan los empresarios.
Finalmente asistió la mayoría convocada. Con la divulgación de la fotografía algunos aventurados aseguraron que Javier Duarte había cogido al toro por los cuernos y “planchado” a los empresarios.
Nada de eso ocurrió. Algunas fuentes que asistieron al encuentro revelan que lo ocurrido ahí adentro, en privado, había sido otra cosa distinta.
Uno de los empresarios en su alocución con Javier Duarte levantó la voz. Hubo un fuerte reclamo por el incumplimiento de pago al sector empresarial pese a la calendarización de la Secretaría de Finanzas y Planeación.
Otro más tranquilizó las aguas. Pero de paso formuló una petición al gobernador.
Le sugirió superar esta coyuntura de enfrentamientos y división que tiene por todos lados. Le dijo que al final los empresarios del estado entendían el alza del Impuesto a la Nómina por tratarse justamente de eso, de un “impuesto”.
Entonces aconsejó darle la vuelta a la página porque el sector empresarial no debía ser otro problema más para el gobierno, otro como el que enfrenta con la oposición o con los propios militantes del PRI, los senadores Héctor Yunes Landa y José Yunes Zorrilla, o el de la inseguridad y crisis, o el de la corrupción e impunidad en su gobierno.
Pero no solo eso, sino que los reclamos de los empresarios obligaron al gobernador Duarte –quien por momentos perdía la sonrisa— a comprometer los pagos solamente a aquellos que están agrupados en las cámaras.
En el mismo tono le exigieron que haya verdadera transparencia en el uso de los recursos derivados del Impuesto a la Nómina, pues le recriminaron que mientras la iniciativa privada es sometida con decisiones como esta, algunos de sus servidores públicos y exfuncionarios del gobierno se pasean por la ciudad disfrutando de los recursos públicos que saquearon y que ahora tiene endeudado a Veracruz.
El encuentro no fue un picnic para Javier. No porque ahí escuchó que si permanece este ambiente de distanciamiento y división crecerá el riesgo de que quizá su gobierno sea recordado como el que puso todos los elementos para ceder el poder a un partido distinto al PRI.