El crimen de José de Jesús Jiménez Gaona, integrante de la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, perpetrado el pasado miércoles 22 de junio en Poza Rica, provocó otra rabieta en las altas esferas de la Secretaría de Gobernación contra el gobierno de Veracruz.
José de Jesús fue victimado a balazos cuando conducía su vehículo sobre el bulevar Lázaro Cárdenas de esa ciudad, acompañado por su esposa Francisca Vázquez Mendoza, quien permanece internada en el Hospital de Zona de Petróleos Mexicanos (Pemex) a causa de los tres disparos que recibió.
Ambos se habían integrado hace un mes aproximadamente a la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, aunque desde el 2011 realizaban esas labores con la organización Búsqueda de Familiares María Herrera AC de Poza Rica.
Su activismo inició ese mismo año cuando desapareció su hija de 23 años.
La rabieta ocurrió esa misma noche en el despacho de Bucarelli # 99, el del subsecretario de Derechos Humanos de la Segob, Roberto Campa Cifrián, cuando los sistemas de información alertaron al gobierno federal del asesinato en la víspera de un encuentro que integrantes de la Brigada, entre ellos José de Jesús Jiménez, sostendrían con él.
Siete días previos, el 15 de junio, el mismo funcionario federal se reunió con colectivos y representantes de familiares de desaparecidos en la ciudad de Veracruz, acto al que asistió José de Jesús Jiménez en su condición de portavoz de la organización Búsqueda de Familiares María Herrera A.C.
Ahí, Campa Cifrián acordó con el fiscal general del Estado, Luis Ángel Bravo Contreras, que los gobiernos federal y estatal darían atención a las víctimas, además de procurar la inmediata búsqueda e investigación de los casos de los desaparecidos en Veracruz.
José de Jesús anticipó en ese encuentro que la Brigada iniciaría la búsqueda de fosas clandestinas en Poza Rica, “hallaran lo que hallaran”.
Ese reto fue como el anuncio público de su pronta muerte, por lo que en el despacho de Campa Cifrián no acaban de entender por qué la Fiscalía de Veracruz no garantizó medidas cautelares para Jiménez Gaona y su esposa Francisca Vázquez.
El sábado 25 de junio ocurrió un hecho que se ofuscó —por la estridencia de las denuncias por corrupción del duartismo y los temas poselectorales— pero que no debe verse como algo menor: la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) condenó el asesinato del integrante de la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas en Veracruz.
Al día siguiente envió personal para brindar apoyo y acompañamiento a las víctimas, quienes manifestaron temor por la posible réplica de crímenes contra activistas.
Pero no sólo eso, sino que por canales informales la CNDH recomendó a la Fiscalía General del Estado —y al resto de las autoridades veracruzanas— rechazar este tipo de ataques, investigar y sancionar a los responsables.
No hay que perder de vista un hecho —sobre todo aquellos a los que entusiasma el “sospechosismo”—: en 2006 Roberto Campa Cifrián se convirtió en candidato a la Presidencia de la República del Partido Nueva Alianza (Panal) de la entonces poderosa lideresa magisterial Elba Esther Gordillo Morales, quien tenía entre sus cercanos colaboradores al ahora gobernador electo de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares.
La rabieta de Campa por ese acto criminal podría alcanzar matices políticos.
— Comunicado CNDH íntegro —
Israel Roldán
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